Noche. Son las estrellas las que continúan vigilando. El tiempo se ha detenido. Sigo expectante. El rocío comienza a mostrar reflejos engañosos. La luna sabe, pero lo oculta tras sus sábanas grises y húmedas. Brisa. Siento su aroma. Hay colores. ¡Puedo escuchar, pero es luz! Su recorrido es incierto. ¿Pasará por aquí? Una y otra vez presiento que me siguen, no se porque ni con que fin, solo que camino mas rápido y es como que sus pasos están pisando los míos, hasta a veces me hago la distraída y me detengo a atarme las zapatillas solo para dejar pasar quien corre detrás mío!!! Será una crisis de pánico o es la paranoia de la inseguridad y por eso vivo con el corazón en la boca. Seriamente creo en tener en mi cartera un arma, pero en realidad es eso lo que se necesita. Y miro a los alrededores. De que sirven esos pálpitos, si al final seguiré recorriendo ese camino de espinas con los pies descalzos, un paso una herida…y sangra. Más tiempo para curarse, lo necesitan, y uno sabe bien que así es aunque es por bien sabido que a veces cicatriza por fuera y queda adentro esa espina olvidada pero molestando. El día que sale lo notamos, algo molesto pica, empezamos a rascarnos o quizás nos rascan como cavando queriendo sacar algo, se rompe ahí donde esa herida estuvo y casi en retroceso a la niñez, nace el llanto, el grito, el alivio. Pero es que solo hablo de heridas y espinas, cosas insignificantes en el trajín del día a día lleno de billetes, autos y comida. Entonces emprendimos la travesía con las valijas llenas de sueños e ilusiones. Pero las cosas no salieron tal y como las imaginamos. Por lo menos ya encontramos contratiempos desde el principio del viaje. Al llegar a Chascomús se rompió la caja de cambios. Era de noche, llovía y hacía mucho frío. La noche ideal para que no sucedan este tipo de infortunios. Intentamos como pudimos llegar a una estación de servicio y en el trayecto pinchamos una goma. Solo hicimos una hora de viaje y ya íbamos perdiendo Ford Falcon 2 – Grupo de amigos entusiasmados 0. Definitivamente no era el mejor día para viajar. Pero como dice mi amigo el Gordo, nunca hay nada tan malo que no pueda empeorar, pero esta vez pisando sus cabezas, podremos despegar y así volar, dejando muy abajo esa podrida sociedad… saltando y saltando, felices… reiremos en sus narices!
Doña Flor y ningún marido: A Caro, Lu, Facu y Nene. Gracias por jugar!
