Muchos años igual. El frio esqueleto de hormigón armado
contaba una triste historia de espera. Siempre allí. Inmóvil, frio, gris y
aguardando. Cuál sería su pena? Que lo habría dejado paralizado, en medio del
camino? Sería su esbelta altura? Sería su cálculo errado? Sería su oposición a
la sistemática forma trilítica contraria a su naturaleza? Sería su belleza
brutalista?.Quien sabe… Sus pelos en las columnas superiores truncadas,
incompletas, apuntaban al cielo elevándose en plegaria, como rogando al fin nacer.
Por aquí y por allá, alguna madera, ya no muy encofrada, o algún telescópico
olvidado, muy fatigados por el solo paso del tiempo, querían demostrar un
momento lejano de ágil gloria en su gestación. Las losas… esperando una
sobrecarga de vida, muy juntas, igual las vigas, solo cargaban su peso propio…
y si... la carga de viento, que silbaba y atravesaba el esqueleto,
acariciándolo lastimosamente, testigo de la espera. Un núcleo de escalera,
tabiques y pases, que también conducían al cielo, aunque él, estuviera tan
arraigado a la tierra. Y aunque cada año más gris, cada año más resistente.
Lástima… parecía cada vez mas incompleto, cada vez mas solo en, la luna de la ensoñación,
oasis antiguo olvidado donde descansa el ave que abandonó su vuelo, y aún no lo
sabe. El cree que es solo por un tiempo, tal vez hasta que termine el invierno.
El calor de la estufa, el amor de familia, tan seguro, tan seguro. El cree que
sería tonto no aprovechar a recomponerse. Sería tonto no esperar a estar más
fuerte. Cuánto más, a veces se pregunta. Nunca quiere contestarse. Un día más,
tal vez mañana y así se ha ido quedando, y ya no sabría encontrar a los otros,
sin guía no puede seguir el camino. Tal vez el año próximo, cuando vuelvan, si
está atento. Mientras tanto otro poco de sopa, una rebanada más de carne, las
medias que la señora le teje, una cama cómoda frente al fuego. Anoche quiso
graznar y no pudo. O pudo pero se sintió un poco ridículo. Como fuera de
registro, le sonó esa voz tan ave, ahora que aprendió a decir si, no con la
cabeza. Y a contar golpeando las patas contra la madera pulida del piso. Y con
solo escuchar la campana sabe que es hora de recibir su comida. Y reconoce un
sonido largo, que sale de la boca de la vieja, el mismo sonido, siempre el
mismo, cada vez que le pasa un dedo por las plumas. Él es ahora ese sonido,
aprendió a pensarse con ese sonido. Del mismo modo no se reconoce en el
estanque. Esperaba verse con manos, con las mismas manos de la señora, esperaba
verse sin plumas, con un cuerpo más humano.
Y mientras espera que el invierno termine, mientras espera que vuelvan los
otros, se va quedando, se sigue quedando y ya no grazna, ya no escarba, ya no
vuela. No volverá a hacerlo, pero aún no lo sabe. Solo puede volver el tiempo
atrás en sus pensamientos, eso la tortura, repasa cada movimiento que realizó
la noche que fue encontrada desnuda, con sus labios rojo carmín, sus cachetes
que parecían estallar de sangre y su respiración agitada por la excitación y el
sobresalto que le generó al ser descubierta. Nunca hubiera imaginado que la
estaban espiando, de saberlo, hubiese sido más placentero todo, aunque quizá
nunca olvide el momento aquel donde entró, cruzaron miradas, él con sus ojos
muy abiertos y dilatados, una mano que
apretaba con furia y la otra buscando un apoyo circunstancial, puesto que se
tambaleaba y estaba a punto de caer por el debilitamiento momentáneo que sufrían
sus piernas como consecuencia de haber liberado su libido manchando sus
pantalones. Eso recuerda. Aquella mancha y esa expresión en el rostro de aquél
que la hace sentir deseada, y va de nuevo repasando cada movimiento que realizó
la noche que fue encontrada, sintiendo las pestañas que la recorren desde lo
más oscuro hasta las montañas con sabor a pan que esconde. Tratando de atajar
con sus dos manos esta vez esa cascada que se precipita y cae vorazmente sobre
sus piernas hasta llegar a sus pies y vuelta arriba en su mente, tranquila,
respiración pausada, suspiros, oscuridad, silencio, caer dormida. Y desaparecer
como la lluvia en la arena, brillar entre las estrellas, y cerrarás los ojos y
lograrás tocarme. Dicen que no s puede renacer, fácil decirlo para quienes no
tocaron tu piel. Y mientras descansas me pregunto por qué grito y no me
escuchás. Y me pregunto si a veces me buscás entre la gente, y quisiera saber
si esto es sólo lluvia o son lágrimas. Aún no lo sabe porque ese instinto que
la caracteriza es inesperado, ágil, feroz
e indetectable para su razón. Juega con ella y se esconde en sus
pensamientos, espera latente el momento exacto para actuar. Se apodera de su mente cuando ella esta
vulnerable, distraída y una vez que lo hace, que toma el control, aniquila la opción de
decisión. El instinto es capaz de controlar su cuerpo por completo y agudizar
todos sus sentidos; la transforma en lo que
realmente es pero esconde diariamente bajo ese antifaz de cristal,
carpetas importantes, perfil intelectual y forma de vestir elegante. El reloj
marcó las ocho. Apurada y ansiosa se despidió de sus colegas. Había sido un
largo día de trabajo. La angustia la embargaba al ver tanta corrupción. Caminó
sin parar hasta la iglesia donde encontraba algo de paz y desterraba su culpa.
Ingresó por la llamativa puerta barroca y se sentó sola. Rezó, lloró y prometió
no volver a hacerlo jamás. De repente la mirada intelectual se transformó y con
gran fuerza atravesó el antifaz rompiendo en pedazos el cristal; la ropa
elegante estaba rasgada por las garras salvajes del instinto. Había vuelto a
ser ella misma y el instinto había aprovechado el estado de inhibición para
tomar el control nuevamente. Otra vez había llegado el momento. Esta vez eligió
cuidadosamente al delincuente. Lo llamaban “el guardaespaldas”, acusado de
desgarrar la vida de 7 jóvenes, y con ellas las de sus familias y amigos.
Andaba suelto. La posibilidad de hacer justicia estaba en sus manos. Salió a
buscarlo sumida en un odio visceral y.
Jugadores y autores: Flavia, Franco, Lulú, Jaiteiro Da Lua, El principito.